La casa de los espíritus (1982) de Isabel Allende | Reseña
"Es decepcionante que el texto no profundice con sus temas. Es realmente desconcertante que llegando al final la única respuesta que tenemos para el gran problema moral que conlleva concebir el producto de una violación motivada por una cadena de odio sea: debo romper la cadena. Sin profundizar en detalle de cómo fue producida... Allende tenía la oportunidad de profundizar en el final, ya que Alba se descubrió como narradora, no había más motivo para mantener un estilo novelístico. Fácilmente podía explayarse en un discurso profundo que motive sus conclusiones del personaje. Lo cual no pasó y ese es el mayor vicio de Allende: está ansiosa por contar conceptos, pero no historias profundas.”
Esta fue la última anotación que realice a partir de la lectura de La casa de los espíritus de Isabel Allende y no puede resumir de forma tan puntual lo que concluyó al final de estas cuatrocientas treinta y una páginas. Engloba mi experiencia como lector: un sabor semiamargo por el potencial inacabado de la obra. En la presente reseña utilizaré este párrafo de noventa y nueve palabras para ir desentrañando los mecanismos discursivos, estilísticos y narrativos con el que Allende cuenta una historia de tragedia y “resistencia”.
El potencial desperdiciado: los temas que se exponen y no se presentan
A lo largo de la obra podemos observar que la carga política dentro de los acontecimientos relatados es sumamente importante. Esto impregna a los demás subtextos que presenta la obra, abarcando desde temas históricos (el inicio de los terratenientes en Chile hasta la dictadura de Pinochet), ideológicos (el feminismo, marxismo, la lucha por derechos civiles y el clasismo) y emocionales (el amor). Siendo esto uno de los principales puntos donde Allende trastabilla como narradora: su impaciencia por presentar temas los deja inconclusos, mostrándonos solamente una coraza de lo que realmente representa los movimientos ideológicos y culturales en Chile. Esto incluso es palpable en la construcción de los personajes, siendo Alba el culmen del problema aceptando, sin más análisis, el producto de una violación por cortar una cadena de odio. No solamente es anticlimático y poco coherente con el constante mensaje de resistencia social que se intenta contar, sino recurre a un estereotipo de la mujer mártir que resulta sumamente cuestionable. Debo de admitir que los temas presentados son interesantes por sí mismos, pero se recurre constantemente a la presentación del tema sin más, sin la invitación para el lector al análisis a partir de los sucesos de la trama.
Lo anterior me lleva a analizar los personajes basados en personalidades reales que se enmascaran con conceptos que los caracterizaron, como por ejemplo el Presidente (Salvador Allende) o el Poeta (Pablo Neruda). Siendo, finalmente, una caricaturización de ambas personas que mantienen un estereotipo de su participación de la realidad cultural y política de Chile. Quisiera puntualizar un suceso que considero el claro síntoma del nulo interés que tiene la obra por las personas retratadas: el bazucazo en La Moneda.
Es irrisorio como la obra desencadena los acontecimientos dramáticos del bombardeo para relatarnos que la valentía de Salvador Allende se expresaba a partir del disparo de una bazuca. No comprende (claramente tampoco le importa) que el acto heroico de mantenerse en el palacio asediado es el hecho mismo de defensa de la voluntad popular que estaba siendo aplastada por intereses extranjeros. Muchas voces en este momento pueden objetar que sí se presenta una clase de esbozo ante este punto, siendo la CIA unos de los organizadores del golpe de estado. A esto puedo responder que, a pesar de que ciertamente se menciona, no constituye realmente un punto de análisis de la obra, teniendo como único objetivo la estereotipación (no por ende falsa) de Estados Unidos como un país que peleaba por exterminar el marxismo en el mundo, dejando de lado realmente el punto crucial por el cual el estado yanki realizo esta serie de atentados: asegurar los intereses del capital. Al retratar al Presidente como alguien capaz de disparar una bazuca, provoca en el lector un sentimiento de extrañeza, ya que nos invita a imaginar a un anciano marxista con un arma de alto poder que, para su empleo, se necesita entrenamiento especializado. El chiste se cuenta solo.
Como conclusión de este apartado, podemos afirmar que la obra realmente no le interesa los acontecimientos y temas que intenta relatar, sino solamente son una mera decoración estilística que resultaba popular emplear en la narrativa hispanoamericana de los años ochenta. Esto siendo algo que podremos observar en los dos siguientes apartados: Isabel Allende no comprende realmente porque se utilizan estos recursos narrativos.
Lo maravilloso que se diluye
A partir de lo anterior puede dar pie a lo que considero el segundo gran error de la obra: no comprende realmente el realismo mágico y tampoco a Cien años de soledad de Gabriel García Márquez.
Está claro que emplea la normalización de sucesos extraordinarios en un ambiente cotidiano, cuya racionalización nos somete a una clase de espiral que nos invita a aceptar los acontecimientos como verídicos. El asunto que me permite realizar la afirmación de incomprensión del género literario es que la obra no emplea ese recurso narrativo para encubrir en la trama la temática central que se quiere narrar. Esto se explica fácilmente por lo mencionado en el anterior apartado, ya que la obra pretende presentar una serie de temas (cuya importancia si es palpable dentro de los acontecimientos históricos narrados) sin más razón que mostrarlos. Se puede observar esto mediante la reiteración recalcitrante del componente maravilloso que al principio embadurnaba: el carácter sobrenatural que posee la casa de los Trueba y su familia. Esto sucede hasta el hartazgo, llegando a tal punto que la experiencia estética se reduce a que los sucesos extraordinarios son normales porque son mencionados. Como lectores, la reiteración de ciertos elementos que pueden resultar como banales nos ponen en alerta que ese recurso va a ser importante para el desarrollo de los acontecimientos en el futuro, lo cual nunca pasa en la obra y eso provoca en el lector un sentimiento de engaño. Inclusive elementos como la mesa de tres patas es utilizado constantemente para reafirmar que es posible los sucesos extraordinarios dentro de la trama, cuyo mayor significado es que puede usarse para hablar con los muertos. Esto es un claro indicio de pésima ejecución por parte de la autora, cuya necesidad por intentar replicar la obra de García Márquez no le permite distinguir que la proeza de la novela del nobel es la capacidad de hacernos creer en los sucesos fantásticos sin necesidad de repetirlos, sino por su propia existencia en el pacto ficcional.
Es evidente las similitudes e influencia de Cien años de Soledad en La casa de los espíritus. Siendo los elementos más representativos la crónica familiar y narración circular que presentan ambas obras. Puedo mencionar que ambos elementos sin mayor análisis pueden ser interesante para un lector con un ojo menos crítico, ya que algunos evidentes “errores” de narración (la interrupción esporádica de Esteban Trueba) son explicados al final como una crónica escrita por la nieta y el abuelo. No le daré más crédito que eso, debido a que, si nos ponemos a indagar un poco más sobre la ejecución de este apartado, encontramos un tercer narrador heterodiegético que rompe la estructura de la narración circular.
El peligro de solo presentar
A pesar de esto, no quiero afirmar que la obra es insalvable. Dentro de mi experiencia subjetiva como lector, reconozco que en muchas ocasiones puede experimentar los sentimientos que intenta transmitir la obra e, inclusive, mantenerme atento a los diversos acontecimientos de esta. Por este motivo considero que la novela es decepcionante, ya que posee varios elementos que la permiten ser una obra excelente, cuyos temas dejan en un estado de meditación profunda. Es desconcertante que la obra entregue menos que eso y, dejando de lado que posee sesgos y clichés (como la aristocracia “sensible”) puede llegar a otorgar lecturas sumamente peligrosas. Quiero destacar principalmente el personaje de Esteban Trueba y su manejo en la trama como un personaje que simplemente debe ser entendido porque sufrió en su juventud y se arrepiente, siendo este arrepentimiento únicamente motivado por el sufrimiento de su familia. El personaje no aprendió realmente nada y tampoco se redimió. La obra nos invita a reflexionar sobre algo que es realmente válido (la violencia estructural) para después solamente presentar un estereotipo de género.
1/10
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