Pedro Calderón de la Barca y su postura sobre la justicia en contraposición de Miguel de Cervantes: El alcalde de Zalamea | Reflexión
Si pudiéramos viajar al siglo XVII y proponernos a través del ingenio descubrir el estado en el que se encontraba el Imperio español, nos percataríamos de una sociedad sumamente desigual y en una franca crisis política/social. Por ser extranjeros temporales e hijos de una sociedad con prosopagnosia aperceptiva (disculpen el tecnicismo), nos escandalizarían las duras estructuras sociales por la cual la sociedad feudal determinaba el destino de los seres sin más remedio que aceptarlo. Desafortunadamente, no nos encargamos de enderezar entuertos de la voluntad, de la razón y del derecho, sino únicamente tuvimos la oportunidad por medio de la ficción de viajar para conocer una etapa histórica. Si el capricho de nuestro desafío hacia la determinación humana no fuera suficiente, iniciaríamos la tres veces heroica tarea de retomar toda esa información valiosa y determinante para una sociedad entera en nuestro presente para posteriormente aplicarla en un presuntuoso análisis literario de una de las obras más importantes de la literatura en lengua española: El alcalde de Zalamea de Pedro Calderón de la Barca. No cambiará en nada el curso de la sociedad, pero somos abogados de la cultura con el deber de salvaguardarla y eso institucionalmente nos enorgullece al punto de coronarnos con medallas de orgullo espurio.
Lo primero que destacaría es una pregunta medular para comprender la obra en su totalidad: ¿Cómo el autor concibe la justicia? Para esto, debemos embarcarnos en el tercer acto de la composición dramática, la cual se caracteriza por la contraposición de la justicia como concepto y su relación con el poder sistemático feudal. El capitán don Álvaro, después de haber perpetuado la violación a la dama Isabel, busca escaparse de su justa condena resguardándose en un juicio en el consejo de guerra que le permita huir de la muerte.¹ Posteriormente, observamos que el villano Crespo (padre de Isabel), a través de su ascenso como alcalde, encarna la justicia institucional que debe superarse más allá de un asunto personal, por este motivo, transforma su deseo de venganza al enterarse del agravio a su hija en un intento de justicia. Sorprendentemente, la primera acción que toma para buscar justicia y la restitución del honor es la renuncia a su poder otorgado por ser alcalde². En este punto la situación se vuelve indignante para un lector del siglo XXI, Crespo se humilla ante su injurioso para suplicarle que se haga cargo de su hija y se case con ella.³ Sin más reparo, el Capitán se aprovecha de esto y lo vuelve a insultar, importándole poco su demostración de servidumbre. Como acto natural, Crespo entra en cólera y aprisiona al vil para ejecutarlo a través de ejercer la justicia como alcalde. Esto es un elemento transgresor que puedo relacionar directamente a Fuente Ovejuna de Lope de Vega, donde se afirma la servidumbre como condición natural del buen villano, pero con la capacidad y el poder de rebelarse ante gobernantes o nobles que busquen atentar contra su honor. De esta forma, es comprensible que posteriormente el alcalde también encarcelará a su hijo Juan⁴, revelando irremediablemente la postura de Calderón hacía la sublevación ante un individuo de estamento más elevado. No cuestiona el poder, sino lo acepta sin reparó. Lo justo se manifiesta por lo que socialmente es impuesto por la clase dominante.
En este punto se puede observar realmente la propuesta de la obra dramática respecto a su concepción de justicia y las instituciones que la imparten: busca realizar la implementación de un proceso que no tenga distinción de estamentos, aplicado a todo aquel que ha cometido una falta y existan pruebas para imputar en su contra. Esta propuesta es sumamente interesante para el periodo histórico en el que se desarrolló la obra, prácticamente se propone un mecanismo nuevo para mantener la cohesión social: la oportunidad de los villanos de defender su honor sin importar realmente quien realice la pena cuando se efectúe conforme al estricto ideal de la justicia y respeto a la “natural” jerarquía.⁵ Esto último se puede observar en la obra a través de la ejecución efectuada al Capitán, aplicándose la pena nombrada como garrote vil, siendo esto una condena deshonrosa para un noble. Cuando el rey descubre lo sucedido cuestiona al alcalde de Zalamea por sus acciones que aparentemente mostraban una conducta transgresora, Crespo defiende la situación magistralmente argumentando que era imposible que pudieran darle la pena adecuada, ya que el verdugo no sabía aplicarla por falta de experiencia. Es evidente que el texto invita a reflexionar sobre la incapacidad institucional y la subsecuente burocracia que se debe afrontar para obtener justicia de un acontecimiento sumamente injusto. Existe una doble interpretación en esto: por un lado, es necesario que todas las instituciones puedan aplicar las penas justamente imputadas con autonomía y sin recurrir a estancias “especializadas” para cada estamento; y, por otro lado, no existe realmente un intento de cuestionar el poder y aplicar una justicia igualitaria. Es importante puntualizar el argumento anterior, ya que nos permitirá comprender el carácter transgresor de la propuesta efectuada en El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha de Miguel de Cervantes. El alcalde de Zalamea lo que propone es resolver la crisis social del imperio a través de conservar las duras estructuras políticas y sociales, pero aplicando una actitud reformista a los procesos. En términos contemporáneos y anacrónicos, se le puede considerar al texto como una defensa al reformismo político.
El contrapunto: el Caballero de la Triste Figura
Como no es común dentro de una reflexión literaria mover más los dedos de lo que se mueve el ingenio, buscaré exponer mi análisis e interpretación parcializada de la obra insigne de la literatura universal para rescatar los elementos esenciales de comparación con sumo cuidado de no extenderme demasiado.
Iniciaré con una afirmación tajante como ya es costumbre: es evidente que don Quijote de la Mancha, a través de su locura ingeniosa, busca desentramar las contradicciones sociales en los estamentos que han perdido su función social que los caracterizaba en un mundo netamente feudal. La obra realiza preguntas que revelan su carácter transgresor: ¿Qué es realmente la nobleza? ¿La riqueza lo determina? ¿Un villano iletrado y bufón puede llegar a gobernar con justo pensamiento y mesura? ¿Puede acaso gobernar un villano? ¿Qué función social tienen los gobernantes? ¿La justicia es merecida o aplica para todos los estamentos? ¿Quién debe garantizarla? ¿El pueblo, el reino o el individuo? ¿Realmente los estamentos o la religión determinan por completo a los sujetos?
Es preciso que responda todas estas preguntas, ya que en ellas se encuentra la raíz de la postura cervantina hacia el poder y subsecuentemente hacia la aplicación de justicia en la sociedad española. Lo haré con tan solo un párrafo: La nobleza es una condición existente, pero que se determina únicamente por la virtud del sujeto (evidenciada esta idea con la exigencia de Dorotea a Don Fernando que se haga cargo de ella y cumpla su promesa)⁶. Esto se puede llevar a las máximas consecuencias, afirmando que inclusive un siervo puede poseer nobleza sin importar su religión o posición social. Esto significa que la función de gobernante no es exclusiva para un grupo que se autodetermina como “noble”, cualquiera puede gobernar si posee la virtud de ser justo y mesurado; el poder no es exclusivo o posee un componente hereditario, cualquier estamento puede llegar a gobernar (esto lo ejemplifica perfectamente la aventura de Sancho Panza como gobernador de la ínsula Barataria, siendo el giro final una revelación en el futuro por parte del narrador que afirma que todas las leyes efectuadas por Sancho seguían siendo vigentes)⁷. Aquí surge una consecuencia lógica, los gobernantes fungen la función social de mantener la justicia y el honor de sus ciudadanos a través de un ejercicio constante de gobernar; no existe una condición de poder por nacimiento y por consecuencia el ser noble no te vuelve un gobernador (podemos poner de ejemplo los consejos que le obsequió Don Quijote a Sancho antes de partir a su ínsula)⁸. A través de esto observamos una ruptura de la concepción jerárquica que hegemoniza a todos los individuos como seres que poseen el honor como un atributo innato, por lo tanto, la justicia, cuya función es salvaguardar y proteger esto, aplica para todos. Claramente la obra magna de Cervantes defiende la idea de que la garantía de que esto sea posible únicamente es a partir del poder de un gobernante competente y por consecuencia un gobierno que garantice el cumplimiento de las normas a partir de la máxima de la misericordia (esto se puede observar nuevamente con los consejos de don Quijote a Sancho antes de tomar el poder de su ínsula, donde el Caballero de la Triste Figura dedica de los diecisiete documentos para adornar el alma, un total de once para volverse un juez misericordioso y justo)⁹.
A partir de todo esto podemos afirmar que el autor alcalaíno busca a través de su obra cuestionar las concepciones jerárquicas y de poder existentes en el imperio español. La cohesión social solo será posible si se modifican las viejas concepciones sociales que impiden a los estamentos bajos tomar las riendas de su existencia y su supervivencia. Es una posición sumamente transgresora, ya que pone al descubierto que prácticamente el sistema en el que estaba operando España era ineficiente para la realidad social que se presentaba. Tomémonos la licencia poética de utilizar términos anacrónicos nuevamente para afirmar que el texto de Cervantes es una exigencia a la reestructuración social y la concepción jerárquica.
En síntesis…
Ambas obras analizadas exponen a través de herramientas discursivas y ficcionales una posición respecto al poder y la justicia imperante dentro del imperio español. Mientras, por un lado, Calderón de la Barca busca reformar las concepciones de cómo se ejerce el poder y a su vez se aplica la justicia de forma rigurosa; por otro, Miguel de Cervantes cuestiona el rol de la clase dominante y afirma que la movilidad social es posible mediante la virtud. Es importante puntualizar que Cervantes prioriza, ante todo, la misericordia por encima de la justicia para generar a lo largo del tiempo un nombre respetable. El diálogo de ambos textos no es inconexo, ya que se presenta en El alcalde de Zalamea una referencia directa a don Quijote a través del personaje de don Mendo y la mención de la obra cervantina. Inclusive puedo afirmar que resulta una clase de respuesta del autor que constantemente referencia Calderón de la Barca en sus obras (Argenis y Poliarco, El maestro de danzar, Manos blancas no ofenden, Dicha y desdicha del nombre, Basta callar, entre otros.), esto explica porque a través del personaje de Pedro Crespo la obra remarque constantemente la sublevación del vasallo que tiene la posibilidad de obtener honor en base a su sumisión y una clase de movilidad social que responda por igual a los intereses de la clase dominante y al ideal de justicia.
Me inclino irremediablemente a la postura de Miguel de Cervantes, ya que considero que la crítica a los modelos lapidarios era un análisis acertado para el desmembramiento del tejido social que sufría el imperio español. Los acontecimientos históricos nos demuestran que las reformas a problemas netamente estructurales únicamente son paliativos para una eminente crisis o la agudización de esta. La crónica enfermedad que representa el fin de la estabilidad de una fase productiva solo se puede solucionar a través del cambio de las estructuras que lo perpetúan. Es importante remarcar que la idealización de la justicia únicamente incita a que se retome este concepto a partir de los estatutos dominantes, manteniendo pasivamente las estructuras de poder.
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² Es evidente, a lo largo de la composición dramática, como constantemente este personaje se posiciona en un estado de sumisión a las castas dominantes.
³ Solicitud común de la época para la falta cometida.
⁴ Quién hirió al capitán don Álvaro buscando restituir el honor de su familia. No está de más puntualizar, que este personaje representa la forma tradicional por el cual se resolvían estos pleitos.
⁵ No quiero profundizar más sobre este punto, pero es evidente que estamos ante una concepción idealista de la búsqueda de justicia.
⁶ “[…]cuanto más que la verdadera nobleza consiste en la virtud, y si ésta a ti te falta negándome lo que tan justamente me debes, yo quedaré con más ventaja de noble que las que tú tienes.” (I, XXXVI).
⁷ “En resolución, él ordenó cosas tan buenas, que hasta hoy se guardan en aquel lugar, y se nombran «Las constituciones del gran gobernador Sancho Panza.»” (II, LI).
⁸ “[…] que no todos los que gobiernan vienen de castas de nobles.” (II, XLII).
⁹ “[…] porque en verdad te digo que de todo aquello que la mujer del juez recibiere ha de dar cuenta el marido en la residencia universal”, “Nunca te guíes por la ley del encaje […]”, “Hallen a ti más compasión lágrimas del pobre, pero no más justicia que las informaciones del rico.”, “Procura descubrir la verdad por entre las promesas y dádivas del rico como por entre los sollozos e importunidades del pobre.”, “[…] no cargues todo el rigor de la ley al delincuente, que no es mejor la fama del juez riguroso que la del compasivo.”, “Si acaso doblares la vara de la justicia, no sea con el peso de la dádiva, sino con el de la misericordia.”, “Cuando te sucediere juzgar algún pleito de algún tu enemigo, aparta las mientes de tu injuria […]”, “No te ciegue la pasión propia en la causa ajena […]”, “Si alguna mujer hermosa viniere a pedirte justicia, quita los ojos de sus lágrimas y tus oídos de sus gemidos […]”, “Al que has de castigar con obras no trates mal con palabras […]” y “Al culpado que cayere debajo de tu jurisdicción considérale hombre miserable, […] porque aunque los atributos de Dios todos son iguales, más resplandece y campea a nuestro ver el de la misericordia que el de la justicia.” (II, XLII).
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