Los muros de agua (1941) de José Revueltas | Reseña

 

El espejo humano en la miseria: Los muros de agua y un intento de obra sobre la desdicha

José Revueltas es un autor que en lo personal me cuesta poder posicionarlo en la literatura en la que era contemporáneo. La tendencia inmanente de su posicionamiento comunista te presupone como lector a la búsqueda de ciertas claves compositivas que permitan entrever una crítica al meta modo de producción capitalista. Mas el autor (refiriendo al de carne y hueso) demuestra un interés por la miseria, los mecanismos intrincados del dolor y la naturaleza de la existencia humana. Inicio esta reseña literaria con una exposición amplia y poco académica, ya que considero que para inmiscuirnos en la novela que este texto compete se debe de interpretar a partir de una contraposición rigurosa con la demás producción literaria de Revueltas. Esto último resaltará la desconcertante y humilde composición de Los muros de agua como una obra primeriza que atisba mucho de lo que resultará más adelante la prosa descriptiva y poética que caracteriza la literatura de José Revueltas.

 

Contexto histórico: Persecuciones políticas y el sistema penitenciario mexicano

No es sorpresa de nadie que el siglo XX representó una época sumamente convulsa dentro de la estructura social que estaba en un constante de riesgo de desgarrarse sin piedad: Dos guerras de escalas inimaginables configuraron el orden mundial por el cual se distribuyó el poder político; numerosas manifestaciones de inconformismo obrero, estudiantil y minorías políticas manifestaban la degradación social de los rígidos mecanismos del modo de producción capitalista; la creciente tensión entre las dos superpotencias resultantes de la segunda guerra mundial dividía en dos bloques políticos estratégicos las naciones del mundo: y, como si no fuera suficiente, se desarrolló dentro de los círculos de intelectuales la desarticulación automatizada de los dispositivos de poder en el que se sometían a los sujetos.

A partir de todo esto, surge una pregunta por fuerza automática de la curiosidad vivaracha: ¿Y qué con México?

La respuesta más corta y directa se encuentra en la afirmación del cambio político burgués como resultado de la Revolución iniciada en 1910. Claramente los intereses de los inéditos capitalistas mexicanos fueron los que prosperaron por encima de las promesas a la clase oprimida. El nuevo orden en el país se basó en la romantización absurda de ideales revolucionarios para mantener a las masas obreras y campesinas con una clase de statu quo que le prometía superar la miseria, pero manteniendo el orden social exactamente igual. Es común pensar que la educación pública y muchos de los beneficios sociales son producto directo de este cambio en el orden político de México, pero siendo esto algo lejos de la realidad, ya que cada uno de estos beneficios fueron exigidos y, prácticamente, arrebatados al gobierno de turno.[1] Estos factores vuelven a la fina estructura social en un campo de cultivo de insurrección latente debido a la marginalidad no resuelta y a la revolución traicionada.

En el campo internacional, México siempre se ha caracterizado por poseer una posición tibia cuando las circunstancias más lo ameritan: la posición neutral siempre ha funcionado como un indicador de cuanto se está poniendo en juego dentro de los intereses extranjeros en la nación. Me resulta inclusive gracioso como el gobierno mexicano ha utilizado una herramienta ideológica liberal para justificar muchas veces la incapacidad política de posicionarse en un bando dentro de los conflictos internacionales. El “principio de no intervención” surge como una idea que en el cascarón resulta atractiva para una clase de paz establecida en postulados burbuja, pero que revienta al divisarse que realmente las potencias dominantes no respetan este principio para poder imponer sus intereses políticos por encima de los intereses de un pueblo. Por lo tanto, en esta sección podemos resumir despóticamente al México de principios del siglo XX con dos características esenciales: cultivo de miseria y controlado por una potencia extranjera (Estados Unidos de América).

Esto último nos permite comprender que existía cierta resistencia por parte del gobierno en turno por evitar enrarecer el “equilibrio” social para mantener una idea de México en el extranjero que sea favorable para la inversión, mas no es de extrañarse que si uno tiende a esconder los vidrios rotos debajo de la alfombra en cualquier momento un pedazo va a desgarrar tu pie en cuanto camines por encima de ella. Las manifestaciones obreras por mejores condiciones laborales no eran esperadas para los que gobernaban al país, por eso se permitieron realizar ciertos atropellos de estado para perseguir a aquellos que impedían mantener los intereses que a aparentemente convenian a la nación. Los comunistas surgen automáticamente como enemigos de clase y objetivos a eliminar para mantener los paliativos de los obreros. No quiero afirmar con esto que eran los únicos perseguidos, pero resulta evidente que la cacería estaba enfocada en todo aquel que pretendiera defender los intereses de la clase trabajadora. La persecución política surge como acto de represión esperable para mantener ciertos intereses. El grado de violencia que surge a partir de esto es igualmente proporcional a la resistencia al cambio social que impedían los sectores que dominaban el poder político: entre más avanzará el movimiento obrero, los mecanismos represivos iban a tender a ser más agresivos. Por este motivo, no me resulta sorprendente que ante la traición del Partido Comunista Mexicano (PCM) negociando con el gobierno, los camaradas tendieron a buscar modelos de socialismo lejos de la realidad mexicana, lapidando ciertos mecanismos ideológicos que apartaban a movimientos hermanos (Partido de los Pobres) por no comprender la raíz del movimiento que se estaba gestando dentro de México.

Regresando de mi desvío completamente intencionado, podemos observar dentro de la sociedad mexicana la implementación de sistemas penitenciarios abusivos e infrahumanos para contener a todo aquello que resulte incómodo para el proyecto de sociedad que tenía el gobierno mexicano. Comprendo que lo que estoy enunciando es algo que prácticamente poseen todas las sociedades en todos los tiempos, pero para poder comprender cómo la clase obrera mexicana era reprimida hasta el punto de explotar por inercia, es necesario volver a enunciar el papel fundamental de las cárceles como mecanismo represor político que esta vez fue implementado a gran escala.

 

Los muros de agua es concebida en todo este somero resumen presentado anteriormente, siendo uno de los temas principales el encarcelamiento de lideres huelguistas y comunistas por resultar incómodos (reiterando el término “revoltosos” como factor suficiente para la privación de su libertad), relacionándose directamente con el lumpen proletariado que esta cautivo en las Islas Marías. Siendo evidente que la obra hace hincapié en esta situación, pero que a la larga es desarrollado de una forma poco afortunada para la capacidad que tenía la novela para profundizar más en el horror de una sociedad en decadencia.

 

La composición y desarrollo inverosímil de la diégesis

Sin más rodeos, pasaré a enunciar el aspecto que más me causó inconformidad en mi experiencia estética, pero antes quisiera construir por tan sólo unos instantes una situación ficcional de la obra que me permitirá explicar la inconformidad que planteó enunciar:

Ernesto, comunista y jefe de huelga, es encarcelado injustamente por el gobierno por atreverse a alzar la voz ante los atropellos de la empresa ferroviaria en el que trabaja. Al llegar al recinto de su suplicio se encuentra una institución sumamente cruel, jerarquizada, burocrática, insuficiente y paupérrima. Es humillado y segregado de otros reclusos por sus convicciones políticas e ideas, siendo amenazado a desarrollar trabajos sumamente extenuantes que pondrán en riesgo su integridad física y psicológica. Nuestro protagonista observa lo desalentador, lo asfixiante y la miseria que se derrama entre la arena que pisa sus plantas que no tienen garantía de regresar a su casa. En esto, surge un pensamiento de lo más recóndito de su ser; la desesperación se alimenta del dolor que se aproxima como depredador a su presa en la oscura noche en las Islas Marías, el miedo toma forma y esto es lo que piensa el sin ventura marxista: “amo a Rosio”.

Creo que a partir de esto puedo resaltar lo irrisorio de las reacciones de los personajes ante el conflicto del que están siendo partícipes. Considero poco creíble que un grupo de humanos que caen en desgracia lo único que son capaces de pensar en toda su estadía en la prisión es en el amor que sienten hacía un personaje. El drama humano se ve ridiculizado ante una presencia constante de inmadurez para tratar el tema que se desarrolla en la obra. Inclusive pretendí posicionarme como abogado del diablo, buscando un motivo literario por el cual la obra recurra a semejante desvío temático sobre el conflicto sociopolítico que está “denunciando”, todas las respuestas me llevaban a caminos interpretativos ridículos: si se intentó la desautomatización mediante el amor, resalta que emplea un recurso estereotípico; si se quería resaltar un carácter poco comprometido con el movimiento obrero de los principales dirigentes, no concluye nada rescatable; si los personajes son representaciones del proletariado desorganizado,  el final es un espectáculo vacío en el que la unión sólo es posible si se abandona una clase de determinación sentimental; si es un contraste entre la miseria y los sentimientos idealistas, únicamente resalta por lo ridículo de la comparación; así puedo seguir largo y tendido. No quiero que se interprete esta reseña como una crítica destructiva y un intento de desprestigiar el trabajo compositivo de Revueltas en su primera novela, mas puedo afirmar que en contraste a obras posteriores se palpa una clase de inmadurez intelectual.

Esto me turba porque puedo entrever la capacidad maravillosa de Revueltas para construir un escenario idóneo e interesante para tratar el tema principal de la novela. Esta es uno de los puntos clave de mi experiencia estética frente a la obra: observo potencial para volverse una obra que transgrede más allá de una representación de la miseria mediante el conflicto político. A continuación, enunciaré los elementos que considero sumamente destacables dentro de la novela, iniciando con el juego de contraste entre los reclusos “políticos” (tratados de forma despectiva y más punitiva) y los reclusos que normalmente se observarían dentro de una prisión. A través de las costumbres toscas y desagradables (jugar con mierda, reírse de un adicto a la heroína, idealización de la figura del “macho”) de los reclusos “normales”, podemos observar cómo Ernesto y sus camaradas no encajan en el ambiente en el que están siendo sometidos. No son asesinos, ladrones o infractores de un delito, únicamente se posicionaron en contra de sus patrones en forma de huelga. ¿Por qué el castigo debe ser más severo? ¿Por qué las humillaciones ante su posicionamiento político? Todo esto resulta en una perfecta forma de representar la persecución política de grupos que luchan por los derechos de los trabajadores.

Otro aspecto destacable es el excelente desarrollo del entorno en el que se desarrolla la novela. Claramente el espacio es de suma importancia para el desarrollo de las condiciones miserables de los personajes: la Isla donde están recluidos Ernesto, Rosario, Prudencio, Marcos y Santos es un reflejo de la degradación del sistema penitenciario mexicano en todos los sentidos. Resalta la falta de ética, normas o condiciones dignas para la existencia de los reclusos. La degeneración es palpable y el trato despectivo por los pensamientos políticos es una crítica mordaz al autoritarismo del gobierno mexicano del siglo XX. Puedo compararlo fácilmente con un campo de concentración de la segunda guerra mundial. El gobierno de México presume de su neutralidad bélica mientras la realidad material se antepone ante el ideal patriótico y revela un país de explotación y revuelta entre mares de tierra ensangrentada. El placer por el dolor del otro se revela con mayor notoriedad en el pasaje de la pareja homosexual que se escapa de los trabajos forzados. La deshumanización y la utilización de chivos expiatorios para sublimar la impotencia en el ambiente de coacción que están inmersos los reclusos es una herramienta discursiva brillante que permite entender el camino por el cual la obra se decanta. Los “remontados” son el claro ejemplo de esto, representan el placer de los reclusos ante la indefensión del débil, demuestra la necesidad que tienen de buscar seres más vulnerables para recuperar, ilusoriamente, parte de su capacidad de influir en el mundo.

Este es el punto medular de mi experiencia estética: el juego de contrastes entre la excelencia temática y simbólica de los recursos de la obra se contrapone con la persistencia de un elemento idealista que entorpece la capacidad de desarrollo de esos elementos destacables antes mencionados. No quiero afirmar definitivamente una postura de rechazo total de la obra, quiero reafirmar lo que José Revueltas en su prólogo que lleva de título “A propósito de Los muros de agua” fue esta novela: una “intención, tentativa de lo que considero realismo”. Prácticamente, esto demuestra el intento primerizo de obra por representar todo este cúmulo de miseria que se acopiaba dentro de la nación mexicana. El horror no está definido, ya que existen manifestaciones de dolor que de irremediable abyección ante la realidad.


[1] El proyecto de la Secretaría de Educación Pública (SEP) encabezado por José Vasconcelos fue constantemente detenido debido a intereses de terceros; la proclamación de derechos laborales y de tierra a los pueblos indígenas en la constitución de 1917 fueron ignorados, consumando años de abuso y atropellos; y, por otro lado, los sindicatos emergentes resultaban la mayoría de las veces una extensión más de los intereses del patrón en turno.

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