Los muros de agua (1941) de José Revueltas | Reseña
El espejo humano en la miseria: Los muros de agua
y un intento de obra sobre la desdicha
Contexto histórico: Persecuciones políticas y el sistema
penitenciario mexicano
No es sorpresa de nadie que el
siglo XX representó una época sumamente convulsa dentro de la estructura social
que estaba en un constante de riesgo de desgarrarse sin piedad: Dos guerras de
escalas inimaginables configuraron el orden mundial por el cual se distribuyó
el poder político; numerosas manifestaciones de inconformismo obrero, estudiantil
y minorías políticas manifestaban la degradación social de los rígidos
mecanismos del modo de producción capitalista; la creciente tensión entre las dos
superpotencias resultantes de la segunda guerra mundial dividía en dos bloques
políticos estratégicos las naciones del mundo: y, como si no fuera suficiente, se
desarrolló dentro de los círculos de intelectuales la desarticulación automatizada
de los dispositivos de poder en el que se sometían a los sujetos.
A partir de todo esto, surge una
pregunta por fuerza automática de la curiosidad vivaracha: ¿Y qué con México?
La respuesta más corta y directa se
encuentra en la afirmación del cambio político burgués como resultado de la Revolución
iniciada en 1910. Claramente los intereses de los inéditos capitalistas
mexicanos fueron los que prosperaron por encima de las promesas a la clase
oprimida. El nuevo orden en el país se basó en la romantización absurda de ideales
revolucionarios para mantener a las masas obreras y campesinas con una clase de
statu quo que le prometía superar la miseria, pero manteniendo el orden social
exactamente igual. Es común pensar que la educación pública y muchos de los
beneficios sociales son producto directo de este cambio en el orden político de
México, pero siendo esto algo lejos de la realidad, ya que cada uno de estos
beneficios fueron exigidos y, prácticamente, arrebatados al gobierno de turno.[1]
Estos factores vuelven a la fina estructura social en un campo de cultivo de
insurrección latente debido a la marginalidad no resuelta y a la revolución
traicionada.
En el campo internacional, México
siempre se ha caracterizado por poseer una posición tibia cuando las circunstancias
más lo ameritan: la posición neutral siempre ha funcionado como un indicador de
cuanto se está poniendo en juego dentro de los intereses extranjeros en la
nación. Me resulta inclusive gracioso como el gobierno mexicano ha utilizado una
herramienta ideológica liberal para justificar muchas veces la incapacidad política
de posicionarse en un bando dentro de los conflictos internacionales. El “principio
de no intervención” surge como una idea que en el cascarón resulta atractiva
para una clase de paz establecida en postulados burbuja, pero que revienta al divisarse
que realmente las potencias dominantes no respetan este principio para poder
imponer sus intereses políticos por encima de los intereses de un pueblo. Por
lo tanto, en esta sección podemos resumir despóticamente al México de principios
del siglo XX con dos características esenciales: cultivo de miseria y controlado
por una potencia extranjera (Estados Unidos de América).
Esto último nos permite comprender
que existía cierta resistencia por parte del gobierno en turno por evitar
enrarecer el “equilibrio” social para mantener una idea de México en el
extranjero que sea favorable para la inversión, mas no es de extrañarse que si
uno tiende a esconder los vidrios rotos debajo de la alfombra en cualquier
momento un pedazo va a desgarrar tu pie en cuanto camines por encima de ella. Las
manifestaciones obreras por mejores condiciones laborales no eran esperadas
para los que gobernaban al país, por eso se permitieron realizar ciertos atropellos
de estado para perseguir a aquellos que impedían mantener los intereses que a aparentemente
convenian a la nación. Los comunistas surgen automáticamente como enemigos de
clase y objetivos a eliminar para mantener los paliativos de los obreros. No
quiero afirmar con esto que eran los únicos perseguidos, pero resulta evidente
que la cacería estaba enfocada en todo aquel que pretendiera defender los intereses
de la clase trabajadora. La persecución política surge como acto de represión
esperable para mantener ciertos intereses. El grado de violencia que surge a partir
de esto es igualmente proporcional a la resistencia al cambio social que impedían
los sectores que dominaban el poder político: entre más avanzará el movimiento
obrero, los mecanismos represivos iban a tender a ser más agresivos. Por este
motivo, no me resulta sorprendente que ante la traición del Partido Comunista
Mexicano (PCM) negociando con el gobierno, los camaradas tendieron a buscar
modelos de socialismo lejos de la realidad mexicana, lapidando ciertos
mecanismos ideológicos que apartaban a movimientos hermanos (Partido de los Pobres)
por no comprender la raíz del movimiento que se estaba gestando dentro de México.
Regresando de mi desvío completamente
intencionado, podemos observar dentro de la sociedad mexicana la implementación
de sistemas penitenciarios abusivos e infrahumanos para contener a todo aquello
que resulte incómodo para el proyecto de sociedad que tenía el gobierno mexicano.
Comprendo que lo que estoy enunciando es algo que prácticamente poseen todas
las sociedades en todos los tiempos, pero para poder comprender cómo la clase
obrera mexicana era reprimida hasta el punto de explotar por inercia, es
necesario volver a enunciar el papel fundamental de las cárceles como mecanismo
represor político que esta vez fue implementado a gran escala.
Los muros de agua es concebida
en todo este somero resumen presentado anteriormente, siendo uno de los temas
principales el encarcelamiento de lideres huelguistas y comunistas por resultar
incómodos (reiterando el término “revoltosos” como factor suficiente para la
privación de su libertad), relacionándose directamente con el lumpen
proletariado que esta cautivo en las Islas Marías. Siendo evidente que la obra
hace hincapié en esta situación, pero que a la larga es desarrollado de una forma
poco afortunada para la capacidad que tenía la novela para profundizar más en
el horror de una sociedad en decadencia.
La composición y desarrollo inverosímil de la diégesis
Sin más rodeos, pasaré a enunciar
el aspecto que más me causó inconformidad en mi experiencia estética, pero
antes quisiera construir por tan sólo unos instantes una situación ficcional de
la obra que me permitirá explicar la inconformidad que planteó enunciar:
Ernesto, comunista y jefe de
huelga, es encarcelado injustamente por el gobierno por atreverse a alzar la
voz ante los atropellos de la empresa ferroviaria en el que trabaja. Al llegar
al recinto de su suplicio se encuentra una institución sumamente cruel,
jerarquizada, burocrática, insuficiente y paupérrima. Es humillado y segregado
de otros reclusos por sus convicciones políticas e ideas, siendo amenazado a
desarrollar trabajos sumamente extenuantes que pondrán en riesgo su integridad física
y psicológica. Nuestro protagonista observa lo desalentador, lo asfixiante y la
miseria que se derrama entre la arena que pisa sus plantas que no tienen garantía
de regresar a su casa. En esto, surge un pensamiento de lo más recóndito de su
ser; la desesperación se alimenta del dolor que se aproxima como depredador a
su presa en la oscura noche en las Islas Marías, el miedo toma forma y esto es
lo que piensa el sin ventura marxista: “amo a Rosio”.
Creo que a partir de esto puedo
resaltar lo irrisorio de las reacciones de los personajes ante el conflicto del que
están siendo partícipes. Considero poco creíble que un grupo de humanos que
caen en desgracia lo único que son capaces de pensar en toda su estadía en la
prisión es en el amor que sienten hacía un personaje. El drama humano se ve ridiculizado
ante una presencia constante de inmadurez para tratar el tema que se desarrolla
en la obra. Inclusive pretendí posicionarme como abogado del diablo, buscando
un motivo literario por el cual la obra recurra a semejante desvío temático sobre
el conflicto sociopolítico que está “denunciando”, todas las respuestas me
llevaban a caminos interpretativos ridículos: si se intentó la desautomatización
mediante el amor, resalta que emplea un recurso estereotípico; si se quería
resaltar un carácter poco comprometido con el movimiento obrero de los
principales dirigentes, no concluye nada rescatable; si los personajes son
representaciones del proletariado desorganizado, el final es un espectáculo vacío en el que la unión
sólo es posible si se abandona una clase de determinación sentimental; si es un
contraste entre la miseria y los sentimientos idealistas, únicamente resalta por
lo ridículo de la comparación; así puedo seguir largo y tendido. No quiero que
se interprete esta reseña como una crítica destructiva y un intento de desprestigiar
el trabajo compositivo de Revueltas en su primera novela, mas puedo afirmar que
en contraste a obras posteriores se palpa una clase de inmadurez intelectual.
Esto me turba porque puedo
entrever la capacidad maravillosa de Revueltas para construir un escenario idóneo
e interesante para tratar el tema principal de la novela. Esta es uno de los puntos
clave de mi experiencia estética frente a la obra: observo potencial para
volverse una obra que transgrede más allá de una representación de la miseria mediante
el conflicto político. A continuación, enunciaré los elementos que considero
sumamente destacables dentro de la novela, iniciando con el juego de contraste
entre los reclusos “políticos” (tratados de forma despectiva y más punitiva) y los
reclusos que normalmente se observarían dentro de una prisión. A través de las
costumbres toscas y desagradables (jugar con mierda, reírse de un adicto a la
heroína, idealización de la figura del “macho”) de los reclusos “normales”,
podemos observar cómo Ernesto y sus camaradas no encajan en el ambiente en el
que están siendo sometidos. No son asesinos, ladrones o infractores de un
delito, únicamente se posicionaron en contra de sus patrones en forma de huelga.
¿Por qué el castigo debe ser más severo? ¿Por qué las humillaciones ante su
posicionamiento político? Todo esto resulta en una perfecta forma de
representar la persecución política de grupos que luchan por los derechos de
los trabajadores.
Otro aspecto destacable es el excelente desarrollo del entorno en el que se desarrolla la novela. Claramente el espacio es de suma importancia para el desarrollo de las condiciones miserables de los personajes: la Isla donde están recluidos Ernesto, Rosario, Prudencio, Marcos y Santos es un reflejo de la degradación del sistema penitenciario mexicano en todos los sentidos. Resalta la falta de ética, normas o condiciones dignas para la existencia de los reclusos. La degeneración es palpable y el trato despectivo por los pensamientos políticos es una crítica mordaz al autoritarismo del gobierno mexicano del siglo XX. Puedo compararlo fácilmente con un campo de concentración de la segunda guerra mundial. El gobierno de México presume de su neutralidad bélica mientras la realidad material se antepone ante el ideal patriótico y revela un país de explotación y revuelta entre mares de tierra ensangrentada. El placer por el dolor del otro se revela con mayor notoriedad en el pasaje de la pareja homosexual que se escapa de los trabajos forzados. La deshumanización y la utilización de chivos expiatorios para sublimar la impotencia en el ambiente de coacción que están inmersos los reclusos es una herramienta discursiva brillante que permite entender el camino por el cual la obra se decanta. Los “remontados” son el claro ejemplo de esto, representan el placer de los reclusos ante la indefensión del débil, demuestra la necesidad que tienen de buscar seres más vulnerables para recuperar, ilusoriamente, parte de su capacidad de influir en el mundo.
[1] El
proyecto de la Secretaría de Educación Pública (SEP) encabezado por José Vasconcelos
fue constantemente detenido debido a intereses de terceros; la proclamación de
derechos laborales y de tierra a los pueblos indígenas en la constitución de 1917
fueron ignorados, consumando años de abuso y atropellos; y, por otro lado, los
sindicatos emergentes resultaban la mayoría de las veces una extensión más de
los intereses del patrón en turno.
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