Nuestra América del siglo XXI | Carta a un americano llamado José Martí

Ciudad de México, 23 de julio de 2025


Te saludo ilustre poeta americano que a través de tus textos buscabas la emancipación de nuestra tierra de indios. Presentarme es ocasión ociosa y únicamente demora el mensaje que pretendo disponer a través de la ficción que te revive. No tengo más intención que ser parte del espíritu humano que corre como los ríos ensangrentados del Bravo, como la plata robada por el extranjero en los Andes, como el codiciado litio en el salar de Uyuni o como la Patagonia regalada por el traidor psicótico porteño. En este tiempo que has estado en el sueño eterno, ha cambiado lo suficiente lo que es la gran Patria para darte motivos suficientes de regresar heroicamente para recordarnos la raíz de nuestras repúblicas. Lamentablemente la dirección de la historia no ha cambiado y no hemos podido resolver el gran conflicto de nuestra tierra: estamos fundados por ideas extranjeras que desconocen la materia viva americana. Debo de reconocer que existieron proyectos que intentaron resolver el enigma hispanoamericano a través de las revolucionarias ideas de quien una vez te lamentaste por su muerte, mas fueron derrotados por la nación que alguna vez confiaste pudieran ser hermanos. Quiero darte la noticia que aquellos usurpadores de tierra india solo eran extranjeros que cambiaron de piel para reconocer únicamente sus intereses en la región, creando estrategias políticas que engañan y enajenan para perpetuar la extracción de riqueza a costa del sufrimiento humano. Como un licántropo disfrazado de carnero, esta nación clava sus colmillos en las venas de los pueblos del sur, demostrando que no ha olvidado su codicia de grilletes y revelando la inglesa forma de un americano depredador insaciable.

Las noticias desfavorables se multiplican querido poeta, puedes entrever por mi discurso los nuevos tiempos en que la idea de una unión entre pueblos hispanoamericanos resulta en el inacabable reproche entre los hermanos. A pesar de que algunas disputas son inconciliables, somos incapaces de ver que las naciones extranjeras nos prefieren débiles y desunidos para aprovechar cada gota de nuestra riqueza. Te decepcionaría comprobar que el indio sigue mudo, el negro sigue cantando solo y el campesino sigue revolviéndose contra la ciudad desdeñosa. A pesar de la existencia de levantamientos populares que se posicionaron en contra del insoportable peso de un gobierno que no reconoce en su pueblo las pisadas hechas con huaraches, se obtuvo únicamente el aislamiento con moneda propia y la eminente espera del enemigo para pelear cuando esté pise con su planta de goma la tierra cosechada.

En mi país hemos vivido por más de noventa y seis años —siendo muy humilde e idealista con la cuenta— con un gobierno que responde al caníbal que por desgracia habita en las tierras arrebatadas del norte. Actualmente es desconcertante la división entre bandos, siendo una ilusión que desaparece como la espuma del mar ante la creciente evidencia que en la nación tricolor que se galardona con un águila devorando agua y fuego el interés de unos pocos es lo que importa. Seguimos buscando respuestas ante las innumerables muertes que año tras año demuestran que, en el ombligo de la luna, después de su revolución armada, sigue siendo tierra de caudillos y sombras. Quiero disculparme, ya que en este preciso instante me acusarías seguramente de insensible por estar mascullando sobre revoluciones e injusticias que sucedieron años después de tu postrimero grito. Quisiera puntualizar que mi intención no es alterar tu descanso en camas de nubes que se depositan en los anales de la eternidad, únicamente desquitar esta rabia que amarga la saliva, estas tripas que se revuelven en el estómago con hambre, este humor que se desprende en los ojos al presenciar el dolor del indefenso; por saber que no se ha cumplido lo que deseabas: una América unida; gobiernos que conozcan al indio y la condición de su gente; una América gobernada por americanos.

Tan mal es nuestro estado como unión de pueblos que te impresionaría conocer la condición actual de la nación blanquiceleste que se corona con el Sol de Mayo. Un impensable eclipse mutila los rayos rectos y flameantes que en el pasado representaban la lucha contra el despojo extranjero. En la cabeza del coloso sudamericano, un sardesco hombrecito se posiciona a jugar que es tirano: los ancianos son despojados de su retribución merecida, los gallardos jóvenes riñen para que el hermano campesino estudie y la población lucha para que la condición vergonzosa que somete este jumento esquizofrénico con sus declaraciones no induzca a las demás naciones del mundo una idea bastarda del espíritu de cambio que siempre caracterizó a la nación. Te sorprendería que la valerosa gente no haya tomado las armas y brutalmente arrebatado de su atalaya de juguete al incestuoso adorador del sitibundo neoyorkino de almas inocentes y viridianas. Si acaso es atrevimiento y no pecó de confianza, quisiera pedirte que me mandaras una llama donde se calcinan los huesos de ese ideador inmundo que proponía un mercado de tiernas ánimas con el único motivo de utilizarla como brasa que encenderá la fogata aguda, lacerante y reductora en donde sufrirá el pollino traumatizado por su padre. Entenderás que la población agraviada por subsecuentes puñaladas causadas por un traidor bigotón y de carnes chupadas haya ocasionado que dentro de la constitución argentina se busque por todos los motivos evitar insurrecciones armadas. Escucho tu grito de tejidos desgarrados objetando: «¡Pero las batallas del pueblo no solicitan autorización!».

Estoy seguro de que exigirías clavar esta exclamación de boca inmaterial en los portones de los herederos rojiblancos del imperio andino al leer lo que te voy a informar. Créame que al igual que usted, en estos momentos los ojos se me hinchan de rabia, las manos se me entumecen de apretarlas y el desconcierto reduce mi alma esforzada a un infante lagrimeo que cae a la arena de nadie. Una nueva mala noticia que sangra a través de mis letras torpes quiero presentarte: las carnes morenas son azotadas con la imposición robusta e inmerecida de una engreída y fingida curaca. Tus ojos admirados por el odio y descontento que evoca esta reducción del déspota congreso no está injustificado. Te sorprenderías al presenciar el secuestro del acto —inservible a su manera porque no ha cambiado la condición miserable de la gente que sufre; disculpa si esta revelación resulta desconcertante— de llamar al pueblo para escoger nuevo representante de la voz nacional. Cruento secuestro que revela una dirección que ignora la voluntad del indio, del campesino, del citadino y del obrero para descollar la sed de la casta dominante que sigue alimentándose de la vida del oprimido. La antedicha afirma que dentro de sus pensamientos siempre se encuentra la preferencia de tenderle la mano izquierda al desprotegido, pero al momento de vociferar propuestas, la derecha mano es tendida a quienes prefieren mantener la miseria del pueblo. El año entrante su mandato de papel se diluye ante la conclusión constitucional de su fantasía cojuda; esperemos la voluntad impotente del votante y la conciencia de que esta congoja procede de cambios en políticas públicas con bandera extranjera.

No quisiera alargar demasiado esta oportunidad inmerecida de escribirte, ya que a través del panorama expuesto puedes percatarte de la desesperación que configuro en mi discurso: la nación que lleva el apellido del Libertador de América es amenazada ante la usurpación extranjera; la patria que se galardona denominándose la Tierra de Colón inunda con reclamos la brecha entre pobres y ricos que se desgarra desde su centro; la magna dilatada costa donde termina la tierra sigue con las cicatrices punzantes de una dictadura que clavo en el pecho el estandarte de la preferencia yanki; la mal llamada —porque es más excelsa— “pequeña Venecia”  en estos momentos lucha por la soberanía del pueblo y los recursos naturales ante el enemigo invasor y residente; la hermana patria que se vistió con el circulo máximo que equidista los polos de la Tierra es azotada por malos gobiernos que creen conocer a su pueblo; el Río de los pájaros pintados sufre la orfandad de cielos fértiles en dónde depositar la fuerza del vuelo que es socavada por la burocracia rancia; el río hermano de los Paragua sufre la intermediación de gobernantes que les importa más rellenar sus bolsillos de dinero corrompido a rescatar al hambriento niño; los Surinen y la Tierra de agua sufren aún el dolor de no poder independizarse por completo de la colonial tiranía de los galos y neerlandeses; el centro de nuestra América se mantiene dividida y resistiendo a los intereses extranjeros; podemos observar el incendio que se esparce en el lugar donde habitan árboles en gran cantidad, reduciéndose a la ceniza del deshonor y la ruptura del desposeído; y, por último, la tierra que fue primero conquistada logra su verdadera independencia, pero con el costo de la severa e inmerecida pena impuesta por el “defensor de la libertad” en el mundo.

Puedo afirmarte, mi sempiterno y querido poeta, que la raíz del problema ya no se encuentra únicamente en la balcanización de los pueblos esclavizados y sometidos por los europeos, sino en el sistema mismo que perpetúa relaciones de poder abusivas con apariencia de cooperación social. Comprendo que mucho de lo que diré a continuación resultará cruento y en contra de tus pretensiones liberales para los pueblos hermanos reñidos en América, mas confía en palabras de hombres que han vivido la desesperación de advertir frases traidoras flotando en el aire, anunciando la victoria de la libertad y la fraternidad mientras vientres hinchados de lombrices cuentan los días de vida de una temprana alma.

Una unión de pueblos americanos, en este momento, solo resultará en una clase de nuevo bloque estratégico que seguirá respondiendo a los intereses de unos pocos para someter al desposeído a un interminable ciclo donde su carne será triturada para alimentar un estatus de bienestar que siempre está al límite de la miseria. Esto no se puede remediar con los mecanismos que nos proporciona el sistema: las armas del enemigo siempre tenderán a regresar el filo hacia el desconocido portador. Los americanos debemos tomar las riendas de la historia y derribar el cuerpo del intermediario titan que cercena la cabeza de los desposeídos. Idear, a través de las condiciones reales del habitante de esta tierra usurpada, una resistencia a la esclavitud planificada, defendida y oculta con un manto de supuesta libertad. La ruptura de los grilletes ya no se encuentra únicamente en el reconocimiento del americano, sino en la lucha por el control de la existencia humana: la kefalimaquia surge como una acción urgente en nuestros tiempos.

Aunque ya puedo escuchar tu reclamo entre los aires de la esperanza viva y acepto que mis letras solo son charlatanerías si no infundo en los corazones de los desmoralizados americanos una arenga para levantar esta tierra nuestra... Quiero afirmar que me contrapongo al aparente pesimismo de mis palabras para poder infundir valor en los pechos sedientos de justicia e igualdad. Por ningún motivo quiero que se confunda mi descripción de las condiciones materiales en la que estamos sometidos con una clase de abnegación enfermiza que ha caracterizado estos tiempos de convulsión social y cuidados paliativos. Estoy seguro de que todo el esfuerzo empleado por usted y los que nos precedieron tenía como cauce final el océano interminable en el que fluye el fin de la esclavitud del hombre por el hombre, mas considero que ya no es capaz de responder a la realidad historica en el que habito. Dejándome llevar por la afirmación anterior, quiero escribir una última aserción y mi propuesta: como el ser humano vive de certezas, quiero afirmar que definitivamente es posible fundar un pueblo que pertenezca a todos los que trabajamos por ella. En América existe la vena que transporta la indignación misma que pondrá en marcha el corazón de un cambio final y definitivo; las bocas traidoras se mantendrán cerradas ante el avance inevitable del nuevo ser humano que se está gestando en el vientre del mundo. El cambio debe ser urgente si buscamos perpetuar la existencia de la dignidad y el despertar de un coma de placer espurio y tecnología parasitaria que nos afirma que tenemos todo mientras las manos siguen vacías. Únicamente será posible todo esto mediante la conciencia y el llamando a la lucha contra estos mecanismos de opresión que tanto asusta a los medrosos conservadores que siguen creyendo en la bota que los reduce. La rabia debe ser dirigida para poner punto final a la esclavitud y en el alma del ser humano del siglo XXI debe cultivarse y crecer la convicción de que todo esto es posible. Los ingredientes para lograrlo consisten en soberanía nacional, crecimiento de las fuerzas productivas, mecanismos por el cual la riqueza no se estanque en pocas manos y, finalmente, en una unión política de las naciones oprimidas de América que han abandonado el modelo productivo de explotación por la construcción de uno que pertenezca al americano. Este es el nuevo camino que hemos tomado y espero que detrás de nuestro grito de justicia siempre nos ampare tu convicción de una eterna América libre, una América que se tiña de rojo y con la capacidad de escucharse a sí misma.

Sin más que agregar, lo admira y estrecha amistosamente su mano

Enrique Vega.





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