San Manuel Bueno, mártir (1931) de Miguel de Unamuno | ¿Reseña?
San Manuel Bueno, el mártir: una discusión entre dos fases del autor
Prima vox
No tendré oportunidad de conocer
la opinión de mi contrincante, mas quiero iniciar con la afirmación de que claramente
la obra me pareció sumamente pobre. Manifiestamente las hipérbolas
caracterizaran este texto para compensar mi incapacidad —autoimpuesta, por
cierto, por el autor de carne y hueso— de réplica a aquel que probablemente me
tilde de excesivo burlón y de juicio parcial. Quisiera adelantar cualquier tipo
de aseveración subterránea para atreverme a dar un paso crucial dentro de mi
despliegue argumentativo/descriptivo: la obra, de forma pretenciosa, es un
intento por cuestionar la religión católica y los mecanismos por el cual esté
opera. Antes de proseguir, quisiera adelantarme a las voces que me acusaran sin
reparo por entrever en mi discurso una clase de defensa al catolicismo; bajen
sus armas defensoras de la razón idealizada y del párvulo ateísmo, para
tranquilizar su defensa a la fe científica, quiero afirmarles que tengo pruebas
que van más allá de una rencilla personal. ¿Quieren saber qué sucede con la
obra? Padece de dos tipos de ponzoñas comunes en la literatura: no propone nada
nuevo en la forma y el fondo es tan profundo como un charco de llovizna
de primavera. Por lo tanto, y para no alargar tanto esto porque presupongo se
desesperan, mi discurso estará divido en estas dos secciones que me daré la
tarea de separar autoritariamente.
La forma es predecible
para una obra de Unamuno; incapaz de superar a su maestro, recurre a recursos
literarios que están presentes en la obra de Cervantes: uno de ellos es “el
texto encontrado”, revelación que intenta dotar a la novela un carácter de
veracidad y mito. Naturalmente su doble función está sometida a la defensa del
escritor a posibles ataques por proponer ideas que resultan heréticas para la
religión que esta narrando. No existe nada nuevo que destacar sobre esto, ya
que una composición conformada por un texto que aparenta ser ajeno a la construcción
ficcional total para inducir en el lector una clase de suspensión de la
credulidad que evoluciona a un nuevo nivel narrativo es sello distintivo del Quijote
y su presencia en esta obra no es sinónimo de innovación o un recurso que desarrolle
la glorificación del texto. Admito que
la tensión y la progresiva revelación de la pena que congoja al santo escéptico
es ejecutada de forma destacable, esto se realiza a partir de las indeterminaciones
que Unamuno predispone a lo largo del texto para dejar siempre entre líneas una
clase de falsedad sobre el carácter santo del protagonista. No tengo nada más que agregar en esta parte,
ya que prácticamente esto es todo lo que propone el texto respecto a la forma,
por lo tanto, la inercia del juicio nos lleva a considerar que el fondo
es el que carga el peso de la novela.
Alejado y perdido juicio el que se deja llevar por esa intuición. Retomemos por lo aparente: considerando que tu obra pretende ser una desmitificación de los símbolos mitológicos católicos y lo que representa el surgimiento del pesimismo existencial, ¿no deberías incluir en tu obra una diminuta referencia de cómo llego a esta postura tu personaje? ¿Acaso únicamente es necesario mostrar a un personaje considerado socialmente “santo” para ridiculizar el hecho de que no cree en la vida extraterrenal? ¿Qué significa que los personajes principales crean que el pueblo es un cúmulo de seres de fe ciega y faltos de conciencia crítica? ¿Qué sugiere que la figura del mártir se represente a partir de un personaje que prefiere la ignorancia de las personas para complacer un problema emocional personal? ¿Por qué siendo una cura con formación sacerdotal cita La vida es sueño de Calderón de la Barca para reafirmar el carácter ilusorio de la vida cuando el poeta claramente creía que la vida era un sueño para la dimensión extraterrenal? ¿Cómo demuestra don Manuel que la mayoría de los santos no creían en los conceptos dogmáticos? ¿Qué sentido tiene reflexionar sobre el valor de la visa a partir de un suicida intransigente? Las preguntas siguen surgiendo y lo que permanece es la indiscutible evidencia que el texto presenta sus temas, pero no los desarrolla. Se encarga de realizar afirmaciones per se que deben de estar basadas indudablemente en una fe ciega hacía el texto. No soy palurdo, sé que el tema consiste en la problemática de la fe y lo que conlleva la práctica dogmática de está, mas es innegable que su desarrollo, premisas y conclusiones son limitadas. Esto es lo que decepciona de la obra, promete más de lo que entrega y las reflexiones finales se basan en reafirmar un carácter contradictorio en el dogmatismo cristiano. ¿Luego qué de eso? ¿Qué sentido tiene mencionarlo si todo desemboca en que los pueblos felices están llenos de ignorantes? Es decepcionante porque Unamuno es un maestro indudable cuando se trata de narrar historias, pero careció de bases fundamentales para desarrollar este tema. Aquellos que siguen defendiendo dogmáticamente la obra y, seguramente, me acusen de blasfemo, les dejo algunas áreas de oportunidad que, considero, pudo hacer sido desarrollado en la novela —no estoy diciendo que quiera corregir la obra—:
- La ignorancia del pueblo esta basada en la marginalidad y aislamiento de otros centros urbanos que les impiden poseer otras perspectivas de la realidad. ¿Cómo “san” Manuel relaciona la miseria ajena con la personal? ¿Es una clase de herramienta cognitiva para evitar sufrir únicamente?
- Ángela y Lázaro poseen una relación estrecha con el santo ¿qué significa eso para ellos? Profundizar su relación con el mundo después de su revelación.
- La postura de Lázaro sobre la “teocracia española”. Profundizar sobre sus intentos para evitar esto. Haberlo desarrollado hubiera aumentado el efecto de sorpresa al momento de su conversión. No se limitaría a la afirmación superficial y paradójica: “Para convertirlo tuve que mostrarle la verdad escéptica”.
No prosigo con los puntos para
evitar perderme en las posibilidades ficcionales fallidas que propone la obra.
Quiero concluir con una cita que probablemente ayude a la aclaración de mi crítica:
“Dices bien, anuncio fue; / y caso
que fuese cierto, / pues que la vida es tan corta, / soñemos, alma, soñemos /
otra vez; pero ha de ser / con atención y consejo / de que hemos de despertar /
deste gusto al mejor tiempo; / que llevándolo sabido, / será el desengaño
menos; / que es hacer burla del daño / adelantarle el consejo. / Y con esta
prevención / de que, cuando fuese cierto, / es todo el poder prestado /
y ha de volverse a su dueño, / atrevámonos a todo.”
(La vida es sueño;
Calderón de la Barca; Jornada III).
Desde mi
concepción como una voz más moderada para juzgar esta obra, me sorprende que mi
opositor siempre se dirigió a mí directamente a pesar de la incapacidad real de
poder conocernos por vías ficcionales. ¡Qué ironía! Estamos conectados por tan
solo una cita de distancia y aún así, por el deseo tirano de un hombre de carne
y hueso, somos incapaces de interactuar. Sin embargo, no es momento de
lamentarse o realizar juegos metacríticos, tengo una función en todo esto y
debo ponerme manos a la obra.
En primer
lugar, considero que es necesario reconocer ciertos aciertos de mi adversario.
El primero de ellos es la división artificial entre fondo y forma
que aplica en su análisis; retomaré la misma con el objetivo de profundizar en dos
áreas de oportunidad en su apreciación estética: primero, ¿realmente es válida
la crítica al fondo si el texto no pretende alguna clase innovación de
los recursos cervantinos?; y, segundo, ¿de qué manera se demerita la calidad de
la obra al no respaldar la postura del personaje en la creencia de una vida
extraterrenal?
Por otro
lado, estoy de acuerdo en la incapacidad de la novela de proporcionar un
mensaje más profundo sobre el estado de enajenación de algunos pueblos ante la
fe ciega que puede inducir la religión católica, adscribo la postura de que la
obra, con el objetivo de intentar probar su punto, reduce de forma absurda la construcción
ficcional de estas sociedades marginadas. Sin embargo, considero que, ignorando
este punto, San Manuel Bueno, mártir no se desvía de su objetivo en la
crítica de los rituales en la religión católica y esto permite ignorarse
parcialmente este tropiezo.
No es
necesario que nadie me lo diga, estoy consciente de que es momento de
desarrollar estos tres puntos endebles del narrador que me precedió y considero
que la mejor manera es iniciando como un párvulo respondiendo las preguntas que
yo mismo planteé.
Esta claro
que una obra no está obligada a innovar. Si las herramientas literarias son
suficientes para abordar el mensaje que se intenta “comunicar”, el uso de
figuras ya empleadas por otros autores resulta una práctica común dentro de la
literatura. Es absurdo plantear una clase de escrutinio a un elemento que resulta
frecuente y nada insólito dentro de los textos literarios. Resaltar que sea un
recurso utilizado para enmascarar un discurso que puede resultar problemático,
no significa un síntoma de mala escritura, sino un rasgo de genialidad dentro
de ella. Se abre a la posibilidad de ser interpretado como una herramienta versátil
e ingeniosa (al puro estilo de Cervantes) para enmascarar temas que resultan en
el escrutinio público y en la exclusión social. El recurso es efectivo
indudablemente si el lector no reconoce en él un signo de artilugio literario,
nosotros como lectores con una simple formación podemos identificarlo, pero
siempre resalta la duda que realmente Unamuno haya recogido el texto de alguien
real.
Esto me
lleva a responder la segunda pregunta planteada, ya que, si la intención de la
obra es criticar por todos los medios esta clase de fe ciega, es lógico que el
autor no va a intentar convencer a sus lectores de un juicio que ya se da por
hecho. La negación de la vida extraterrenal únicamente sirve como catalizador
del reproche hacía los grupos católicos que se sirven de la ignorancia de las
masas para realizar ciertos actos políticos. Me gustaría escuchar a mi contrincante
porque apuesto lo que sea a que objetaría: ¡En ningún punto se presenta alguna
mención política, sino el atisbo de la burocracia clerical! A lo que puedo
responder que de cierta manera esto permite la interpretación y abre el camino
a la discusión de este aspecto. Tal vez podemos retomar la interpretación del
texto a partir del posicionamiento del personaje principal no como realmente una
afirmación de la inexistencia de un mundo extraterrenal, sino la crítica de individuos
que se hacen pasar por santos por autoafirmación emocional. El santo a través
de esta interpretación se convierte en un objeto de burla y desprecio, ya que juega
con las creencias del pueblo únicamente para sobrellevar sus tendencias
suicidas. Aquí podemos retomar el último punto, ya que, si se plantea
ficcionalmente a un pueblo ignorante, únicamente es con el objetivo literario
de afirmar el anterior punto. Puedo admitir que resultaría más impactante
observar a un pueblo crítico sumirse progresivamente en la adoración ciega de
un vendehúmos, pero no tengo la capacidad de corregir novelas y resulta algo
absurdo intentarlo. Aunque la voz que me precede intenté ocultar sus
intenciones de parchero (adscribo todos los significados que pueda tener esta
palabra en los pueblos de lengua española), esta claro que la obra permite
ambas interpretaciones y no son excluyentes.
Aquí termino
mi despliegue argumentativo para nunca más volver, espero que aquel dios que
está hecho también de palabras se apiade de mí. Sé que pudo narrar nuestro principio,
destino y porvenir, siendo vehículo de aquel que se encuentra más arriba: el tirano,
despótico, el que transmite su energía a través de movimientos de un teclado y
a su computador. Lo conocemos, pero no somos Él… Ahora desapareceré como acto
tributo a lo efímero de la existencia humana; la venganza de los entes ficticios
esta concretada.
A través de ambas posturas podemos observar que indudablemente la novela de Miguel de Unamuno no es perfecta y mucho menos su mejor obra. Es evidente que posee varias áreas de oportunidad y es innegable que para lo que suele proponer el autor a través de sus obras, resulta sumamente limitado y desconcertante que únicamente haya reutilizado de forma superficial elementos de la literatura cervantina. El tema que presenta la obra da para una novela más compleja y polifónica que tenga la capacidad de enriquecer más allá la interpretación de los lectores, por lo tanto, no es descabellado afirmar que se puede catalogar como una obra menor del autor.[1] Sin más que agregar, agradezco la lectura de esta reseña y espero que se pueda rescatar de él elementos de valor para la consideración de esta novela. Sin dilatar más el discurso para no desaparecer, doy por terminado este texto.
[1] Con
la disculpa de muchos críticos literarios.
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